El mejor amigo del hombre no es el perro… este es el verdadero mejor amigo

En todas partes del mundo se dice que el mejor amigo del hombre es un perro. 

¿Por qué amamos a nuestros perros? ¿Es porque no nos detenemos a pensar en los pozos que cavaron en nuestros jardines, en las puertas de tela metálica que arruinaron o en el monto que absorben de nuestro dinero sobrante?

Los amamos porque:

· nos aman aun cuando otros no lo hacen.
· nos reciben con entusiasmo sin preguntar por qué llegamos tarde.
· perdonan con más facilidad que las personas.
· disfrutan nuestra compañía aun cuando nosotros no nos sentimos bien.
· no les importa nuestra apariencia.

Creo que una de nuestras oraciones podría ser «Querido señor, ayúdame a ser como mi perro piensa que soy».

Y aunque los perros pueden intuir nuestra impaciencia, negligencia y ausencia, no comprenden en toda su magnitud los motivos de nuestros actos.

Por otro lado, la Biblia describe a Alguien que distingue y comprende nuestras fallas… pero sin dejar de amarnos. El mejor amigo de todos ve más allá de los defectos y las limitaciones físicas. Examina la tenebrosa profundidad y oscuridad de nuestro corazón, ve lo peor que hay allí y luego nos ofrece, a cambio de nuestra confianza, Su perdón y aceptación completos.

El Amigo que puede suplir nuestras necesidades más profundas.

La Biblia describe a alguien que conscientemente y por amor soportó la vergüenza más horrenda y el sufrimiento más cruel para convertir a Sus enemigos en amigos. Hablando de Su muerte voluntaria el apóstol Pablo escribió: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8).

Jesús hace mucho más que vivir en nosotros a través de pensamientos tiernos sobre Su amistad. Él da Su Espíritu Santo a todos los que lo aceptan como Salvador.

«Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2:20).

Al ofrecernos Su propia amistad a través de Cristo, nuestro Creador no hace menos importante la lealtad de un perro, el amor de un familiar o el de algún otro amigo querido, sino que aprovecha las alegrías temporales de esta vida para ayudarnos a anhelar un amor que nunca terminará.